Desde muy chica, se acercó a los medios de comunicación, primero desde el detrás de cámara y luego de cara al público, en televisión, radio y teatro. Con talento y simpatía, Malena Guinzburg conquista hoy todos los escenarios. Cada espacio la enamora con sus particularidades y su carrera no parece tener techo.
Por Laura Ponasso
¿Cuándo y cómo fue tu debut en los medios?
No sé si tengo una fecha de debut, porque fui haciendo muchas cosas. Fueron diferentes debuts en diferentes aéreas. Arranqué como productora, detrás de cámara y de telones. Creo que el salto más profesional fue cuando empecé a trabajar como coconductora en Sarasa por FM 100, con Ronnie Arias, momento en que dejé de ser productora para hacer humor oficialmente. Fue la primera vez que me pagaron por hacer esto. Después hice teatro, stand up y montón de cosas.
Si tuvieras que definirte de alguna forma, ¿cómo lo harías?
Cuando era productora, me era más fácil presentarme. Me costó mucho poder definirme, pero desde hace un tiempo digo “actriz”. Consideraba que para serlo tenía trabajar en funciones, y no sabía si poner humorista, porque me parecía poco serio. Pero luego me di cuenta que eso es parte de ser actriz.
Hace poco publicaste en Internet un video del programa Peor es nada, en el que actuaste por primera vez en tv y con tu papá. ¿Cómo fue compartir pantalla con él?
Hacía poco, casi moría Leonardo, el hijo de Tu Sam, en un acto en Sábado Show. Y a mi viejo se le ocurrió hacer Tru Chán y quería hacerlo también con una de sus hijas. Sabía que a mí me gustaba, me propusieron si quería y obvio que acepté.
¿Sentiste alguna vez el peso de ser “la hija de”?
Sí, obvio. Hay mucho prejuicio y una comparación que no quiero tener, pero existe. Hay que vivir con eso.
¿Cuán importante es para vos la imagen en los medios?
Creo que es súper importante, mucho más de lo que los caretas dicen, porque incluso algunos dicen que no lo es. Si sos lindo, tenés muchas más chances para hacer cosas que si no lo sos.
¿Cómo llegaste al mundo del stand up?
Yo trabajaba como productora en Metro y Medio, en Radio Metro, y en la radio había muchos standuperos: Sebastián Wainraich, Peto Menahem, Pablo Frábegas y Fernando Sanjiao, por ejemplo. Y Pablo me empezó a quemar la cabeza para que haga stand up y para que tome un curso con Fernando. Fue un poco gracias a Pablo y a hacer ese curso que llegue a este mundo. Ellos son hoy dos grandes compañeros.
¿Cómo fue tu formación?
Terminé el secundario, hice el CBC pero no me decidía para qué carrera y lo abandoné, porque empecé a estudiar teatro de modo más fuerte. Hice muchos cursos de diferentes cosas vinculadas al teatro.
¿Dónde y cómo te lanzaste luego del curso de stand up?
El curso era de cuatro meses y, al finalizar, incluía una muestra de fin de curso. Era un público fácil, porque eran todos familiares y amigos de los comediantes que estábamos ahí, pero realmente me fue muy bien. A partir de entonces, no paré más. Esto fue hace 10 años. Empecé en bares en Paseo La Plaza y en otros lugares. El stand up no era nuevo, pero no había tantos humoristas como ahora. Pablo y Fernando, por ejemplo, me llevaban a shows con ellos y yo hacía algunos minutos, y en un momento, me pidieron reemplazar a Nati Carulias en Cachivache, porque estaba enferma. Fui como reemplazo y ya en el siguiente show me pusieron fija.
¿Cómo vivís el mundo del stand up como mujer?
Más de una vez, me enteré que decían que las minas no son graciosas, pero creo que este es un momento de mucho cambio. Antes había mucho prejuicio sobre las minas y ahora se están dando cuenta que las mujeres también podemos ser graciosas. Hace poco, terminamos de grabar La Culpa es de Colon, un programa para Comedy Central que había tenido una primera versión solo con hombres, cinco comediantes. Y ahora se lanzó un especial por el mes de la mujer, con mujeres: con Connie Ballarini, Dalia Gutmann, Fernanda Metilli, Natalia Carulias y yo.
Creo que sorprendimos hasta a los productores con que podemos ser tan graciosas. Nadie se esperaba que el programa estuviera tan bueno. Éramos cinco mujeres comediantes que ni siquiera jugábamos a ser fuleras o a ponernos en el rol de perdedoras, sino que éramos copadas y lindas; éramos solo cinco minas graciosas. Hay miles de mujeres graciosas en stand up y, por suerte, cada vez se ven más.
¿Cómo construís la relación con tu público?
Creo que la relación con la gente se construye desde muchos lugares. Por un lado, desde la previa. Uno ya tiene unos canales, que son las redes sociales. Yo ahí me muestro como soy y soy muy auténtica, aunque obvio que muestro solo una parte y un recorte de mí; si estoy deprimida, trato de no mostrarlo.
Por otro lado, laburo en tele, en donde soy yo y no hago ningún personaje. Vengo construyendo el vínculo en radio desde hace un montón de tiempo. Y en el teatro y en stand up, si bien hay exageración y un montón de cosas, también me muestro como soy y eso me gusta. Ahora que estamos haciendo Pucha, cuando termina la función, vamos a saludar a la gente y a sacarnos fotos. Ahí hay un acercamiento y escuchamos a las personas. Me da mucha culpa no contestar los mensajes que me mandan. Yo los súper agradezco y algunos los contesto, pero muchísimos no, porque sino no me da la vida.
¿Considerás que hay uno o diferentes públicos?
Creo que son diferentes públicos, de diferentes partes, de diferentes edades, hombres y mujeres. Suelo tener más mujeres, pero también esto depende del ambiente. Hay quienes me escuchan en la FM 100 o en Radio Metro, quienes me ven por televisión, quienes me ven en shows de stand up y quienes me siguen en las redes sociales pero no saben que hago teatro, por ejemplo.
¿Cómo y para qué usás las redes sociales?
Me divierten mucho y el uso depende de cada red social. Twitter la uso para informarme y me parece la más espontánea. Me gusta, por ejemplo, ver televisión y comentarla ahí. En Instagram, uso mucho las historias. Me divierte y la uso también para laburar, ya sea para mostrar la ropa que me dieron en el programa, para anunciar una fecha de un show o porque me copa contar cosas de mi vida ahí. Y Facebook me aburrió un poco y la uso cada vez menos, solo por laburo y para anunciar cosas.
Me di cuenta que, cuando me pasa algo, lo primero que hago es agarrar el celular para mostrarlo, porque me divierte. Pero eso lo hice siempre. Cuando aprendí a manejar hace cinco años, por ejemplo, tenía pánico e iba contando en Facebook -que era la red social que más usaba en ese momento- mis aventuras con una “P” al volante, en forma de relatos largos. Me aliviaba los nervios que yo sentía al vivir una situación, como cruzar una barrera que no andaba. El hecho de saber que después la iba a poder contar y ponerle humor me aliviaba mucho. Creo que lo mismo me pasa ahora: mi gata agarra un pájaro y estoy muerta de miedo, pero divierte contarlo.
Una vez dijiste que el humor era una especie de terapia. ¿Podemos entenderlo por ese lado?
Sí, totalmente. Me alivia y le quita peso a las cosas.
¿Existe el miedo a que un público no se ría o no entienda el chiste?
Sí, obvio. Es un miedo real, porque alguna vez también me pasó. Es horrible el miedo y es horrible que te pase. En esos momentos, tratás de revertirlo. Con tus herramientas, vas buscando por dónde ir y de qué manera podés captar a las personas. Sino, lo único que querés es bajarte y llorar. El Sierra Comedy Stand Up, en febrero, fue un evento que reunió a 5.000 personas y nunca había actuado para tanta gente, y realmente me daba miedo. Pero fue genial, fue una fiesta.
¿Cuánto de preparación y de improvisación hay en los shows?
Hay mucha más preparación que improvisación. El monologo ya lo tengo preparado, pero siempre estoy abierta y es lindo poder adaptarse a lo que está pasando ahí.
Cada vez que tengo que hacer un nuevo show, requiero nuevo material y esto implica el sufrimiento de pensar que no se me va a ocurrir nada nuevo. Pero esto es también una búsqueda constante y todo el tiempo estás atento para anotar cualquier idea que te surja por la cabeza, por si puede servir para algo. Después, tenés que sentarte y escribir.
SI tuvieras que optar por uno de todos los trabajos, ¿cuál elegirías?
Sería como responder “¿a quién querés más, a mamá o a papá?”, porque me gustan todos. Me gustan porque cada uno tiene su particularidad. En determinado momento, podré estar más o menos enamorada de alguno o uno podrá divertirme más, pero no querría tener que elegir.
¿Cuáles son esas particularidades que te gustan de cada ámbito?
La radio te ofrece una cercanía que no te la da otra cosa. Genera una familiaridad hermosa con el oyente, quien suele ser muy fiel con lo que escucha y tiene un relajo divino. La televisión es el medio más masivo de todos, y aunque si bien también te permite entrar en las casas, tiene una frialdad mayor que la radio. Y el teatro es el vivo, es el vértigo de que se rían o no, que vaya gente o no. Es el estar ahí, que pueda pasar cualquier cosa y tener que resolverla.
¿Y si tuvieras que elegir un momento de la carrera?
Sería muy difícil, porque tengo un montón de momentos en los que me sentí muy plena en mi laburo, momentos en los que sentí que todo estuvo buenísimo. Gané dos años seguidos los Premios Tato y recibirlos fue hermoso, pero fue una consecuencia de algo.
Ping-Pong
- Una comida: Risotto.
- Un libro: Open, de Andre Agassi
- Una película: La novicia rebelde.
- Una banda: The Beatles.
- Un lugar: Córdoba.
- Hincha de: Vélez Sarsfield.
Lea la entrevista completa en la revista CONTACTCENTERS N° 90.