Tecnóloga educativa, docente, investigadora y bailarina, con la lupa puesta en la experiencia de las personas con soluciones de IT, para facilitar su aprendizaje y sortear problemas a nivel social y empresarial. Entrevista a Melina Masnatta.
Por Laura Ponasso
¿Cómo inició tu carrera?
Desde muy joven sabía que quería dedicarme a la educación. Hice la carrera de bailarina intérprete en el Teatro Colón y, en paralelo, me formé como Maestra Nacional de Danzas Clásicas (UNA).
Ya en ese entonces me surgieron inquietudes sobre por qué algunas personas que saben mucho sobre un tema tienen dificultades para transmitir sus conocimientos. Esto es común en el mundo del arte, en donde encontramos excelentes pintores o bailarines, por ejemplo, con trabas para compartir sus saberes.
En esa búsqueda, estudié Ciencias de la Educación en la UBA, donde me encontré con una mirada científica sobre la enseñanza y el aprendizaje. Y mientras tanto, empecé a trabajar en un campo que comenzaba a desarrollarse con rapidez: tecnología educativa. En especial en educación a distancia, la cual era alentada de forma incipiente por el sector privado a través de cursos de formación.
¿Cómo percibiste la incorporación de la tecnología en el campo de la educación?
En esos años, para el desarrollo de los programas nacionales e internacionales, el fax, los CDs y videocasettes eran herramientas de cabecera. Posteriormente, viví la transición hacia las nuevas tecnologías, cuando se crearon las primeras plataformas de e-learning, las cuales generaron cierta resistencia. Esto fue alrededor de 2005, cuando trabajaba para empresas editoriales, que estaban invirtiendo en campus virtuales. El sector privado fue el que apalancó las primeras inversiones y los proyectos de innovación en educación.
Tiempo después, salté al sector público. Además, trabajé en investigaciones y organismos internacionales, en especial, en mapeos sobre innovación con foco en acceso, por ejemplo, en escuelas rurales con un proyecto que involucraba el uso de cámaras digitales. Se dio un movimiento más grande, con la inversión por parte de los Estados que entendieron que la tecnología era parte del futuro, y ahí la agenda empezó a ser más expansiva.
En los siguientes años, me involucré con el uso de tecnología en el ámbito de la medicina y del periodismo, entre otros, y trabajé con temáticas vinculadas a las democracias y a la participación ciudadana -raíz de la aparición de las redes sociales-, entre otras. Era necesario analizar cómo estos procesos comenzaban a transformar los oficios.
Por otro lado, tuve la oportunidad de diseñar programas de educación de alcance mundial, como por ejemplo con la Fundación Wikimedia; donde el foco es el aspecto ético en relación al conocimiento con tecnología, e involucra la construcción colaborativa y de manera voluntaria. Y en paralelo, me desempeñaba también como docente e investigadora en el ámbito universitario (para grado y posgrado), porque estos ámbitos nos dan pie tanto para generar conocimiento como para enseñarlo y seguir aportando al ecosistema.
¿Cuándo comenzaste a emprender?
En el 2010, junto con un colectivo interdisciplinario de arte digital y un Lab de innovación, empecé a trabajar en tecnologías interactivas, con el objetivo de ayudar a las personas que no estaban alfabetizadas a poder expresarse con tecnología. Hoy por ejemplo, a través de Whatsapp, las personas no necesitan saber leer y escribir para comunicarse: pueden grabar un video o un audio o enviar emojis.
Años más tarde, junto con otro grupo de personas, creamos Chicas en Tecnología. Allí la articulación con el sector privado era muy importante, en tanto así podíamos abrir puertas y acompañar a en el crecimiento a chicas en el mundo de IT.
Considero que siempre emprendemos cuando trabajamos con tecnología, no importa si estamos en una start up o en un proyecto gubernamental. Este recorrido diverso aportó mucho a mi carrera: incluso el arte me acercó estrategias para crear y potenciar la curiosidad, un motor en cualquier emprendimiento.
Normalmente, cuando uno piensa en educación y tecnología, asocia el concepto a la escuela. Pero el abanico que planteás como necesario es mucho más amplio y alcanza a toda la población en múltiples ámbitos.
Exacto. Este es un punto que la pandemia vino a reafirmar. La tecnología es muy porosa y maleable, no solo desde el momento del diseño. Algunas soluciones se crean pensando en un ámbito o grupo destinatario, y luego se adaptan o resultan más efectivas para otro. Cada vez que usamos una tecnología, estamos aprendiendo: desde cómo optimizar nuestros hábitos hasta enfrentarnos al error y a la experimentación cuando abrimos por primera vez una App.
¿Qué es lo que más te atrae de la conjunción de estos dos mundos?
Todo está en construcción y en constante cambio, de modo que podemos ser protagonistas del proceso. Además, la tecnología es un punto igualador y expansivo: sin importar el background de las personas, todas se encuentran al mismo nivel cuando interactúan mediante las redes sociales, por ejemplo.
También entiendo que hoy la tecnología está cambiando nuestra identidad, nuestras formas de vincularnos, y nuestros esquemas de trabajo. Años atrás, se consideraba que el inglés era el idioma universal que nos abriría las puertas. Por el contrario, ahora, la tecnología es la llave para abrir y para crear otros mundos.
En tu sitio web hay un encabezado con la frase “La tecnología nos transforma, pero también nació para ser transformada”. ¿Ponés fichas en el rol activo de los usuarios?
Sí. Es que si analizamos el origen de las ideas y el camino trazado por los creadores de las primeras soluciones, vemos que se gestaron de esta manera. Tim Berners-Lee, el creador de Internet, donó su desarrollo porque su objetivo era que se expandiera, para que luego fuera transformado por los usuarios. Cuando trabajamos en Wikipedia, más allá de pensar en el formato de enciclopedia, también entendíamos que era “algo vivo”: Las personas usuarias tienen la posibilidad de crear un artículo sobre un tema que hasta entonces nadie abordó.
Por supuesto, está también la posibilidad de que industrias o personas utilicen los desarrollos con otros propósitos. Por eso, hoy más que nunca, es necesario el filtro ético, el debate en relación a los datos y a la manipulación de la información, entre otras cuestiones.
Otro de los problemas que detectamos es que, a veces, tenemos el mindset de creer que la tecnología es algo que debemos aprender a utilizar de una vez y para siempre. Y por el contrario, nuestra interacción puede ir más allá: podemos encontrar un montón de problemas en un software y, a partir de nuestra experiencia como usuarios, podemos reportarlos a los desarrolladores, y así iterar y mejorar. Este es justamente el corazón de la tecnología: la evolución constante a partir del uso y aplicación.
¿Cómo entendés la experiencia de las personas con la tecnología y su rol en tanto creadores de esa misma experiencia?
Las personas buscamos certezas y apuntamos a replicarlas. Es que nuestro cerebro tiene un hardware limitado, al cual apelamos constantemente y de manera involuntaria generamos sesgos.
Más aún, las personas más jóvenes no suelen cuestionar la tecnología: carecen de la mirada para preguntar el “para qué”, la cual podría ser alentada en el sistema educativo, para así generar un uso más crítico y creativo. Y aquí quienes educan, no necesariamente deben ser expertos en tecnología, pero sí pueden inculcar a las nuevas generaciones la capacidad para acercarse y cuestionarla.
La falta de cuestionamiento trae además otros conflictos, por caso, en el plano de la huella digital y la identidad. Esto se da a partir del momento en que una persona publica un selfie y no somos capaces de entender que la misma fue distorsionada por un filtro.
Posiblemente, en un futuro, la sociedad juzgue a las compañías tecnológicas por la falta de claridad en el impacto socioemocional o cognitivo, pero hoy, como personas usuarias, difícilmente se lo reclamemos. De todas formas, muchas empresas ya son conscientes del impacto que generan y están trabajando en ese sentido.
De los proyectos en los que participaste, ¿cuál fue el que más te impactó?
Generalmente, busco proyectos que me aporten y de los cuales pueda aprender. Además, busco formar parte de equipos que tengan la misma visión y los mismos objetivos.
En ocasiones, al momento de diseñar iniciativas con tecnología, falta cierta capacidad de mirar a la persona destinataria: permanece cierta lógica de creer que es una acción unidireccional. Y por el contrario, transformamos la mirada de las personas y también la nuestra. Asimismo, me interesa que se proyecte no solo la solución al problema, sino dar un paso más y aportar un valor diferencial. Este plus no se encuentra en el código, sino en el vínculo de las personas. Los proyectos que se trazaron con estas guías son los que más satisfacción me dieron.
Entre ellos puedo listar uno desarrollado en el marco de Naciones Unidas, para potenciar la participación ciudadana con tecnología. Allí trabajamos con periodistas de investigación -que no solían revelar sus fuentes- y con especialistas en periodismo de datos –que trabajan con plataformas de tecnología abierta-. Una vez concluido el proyecto, durante el cual tuvieron que articularse, no solo se alcanzaron los objetivos, sino que se cambiaron la percepción y la profesión para muchos.
¿Cómo llegaste a Globant?
En los últimos años, desde Chicas en Tecnología me focalicé en articular y en generar un ecosistema diverso, y me encontré con diferentes compañías que venían trabajando con esa premisa. Entre ellas, con Globant, que a diferencia de otros unicornios de Argentina, está detrás de muchas soluciones en múltiples industrias de todo el mundo, aunque no suele ser tan conocida por los usuarios finales.
Después de cofundar Chicas en Tecnología, y desde que asumí el rol de Directora Ejecutiva, me puse como objetivo la sustentabilidad, crear un movimiento que me trascienda, de modo que cuando eso estuviera logrado, yo pudiera dar un paso al costado. Y así fue: cuando la organización funcionaba de modo espectacular, impulsada por un gran equipo que hizo propio el proyecto, entendí que el ciclo estaba cumplido.
Por otro lado, también entendí que las compañías de tecnología tienen una responsabilidad muy grande y tienen también los recursos, la capacidad y la porosidad para generar cambios de alto impacto en todo el mundo. Por eso, definí que quería volver a estar ahí; como en mis inicios profesionales.
Fue entonces cuando me convocaron desde Globant para conversar y diseñar una propuesta en conjunto. Me pareció un gran gesto en función de cómo considero que se debe trabajar, desde la humildad y en equipo. Y en ese recorrido, se dieron conversaciones sobre la importancia de la educación hacia el interior y al exterior de la firma.
Globant tiene un desafío muy grande: en tanto trabaja con tecnología de innovación que no se enseña hoy en la educación formal, necesita formar su talento continuamente. El conocimiento se crea a la vez que se desarrolla el producto, y eso me pareció súper interesante. Más aún, tiene la capilaridad de transformar otras industrias a través de la suya. Esto es también desafiante: no solo permite crear valor en y con quienes hacen tecnología, sino también transformar el mismo ADN del ecosistema.
¿Cuáles son tus proyectos en la compañía?
Actualmente, me desempeño como directora global de Learning & Diversity, Equity and Inclusion en Globant, y desde este rol me concentro en diferentes aristas. Se trata de una posición en construcción, basada en un punto clave: entendemos la importancia de que todo lo que hagamos contribuya a una perspectiva igualadora y, para ello, debemos atender a las diversidades, para que el proceso sea equitativo e inclusivo. Además, esta es una posición global, con todo lo que ello implica: la firma está presente en 18 países y las realidades en ellos son muy diferentes.
En esta sintonía se encuentra otro de los puntos que me motivó del proyecto. La compañía ya venía trabajando en estrategias vinculadas a estos temas. El desafío es articular lo existente con una perspectiva global, para responder a las necesidades culturales y locales. Es también reconfortante encontrar al interior de Globant comunidades y equipos talentosos que impulsan esta agenda. No es lo mismo hablar de diversidad en Colombia o en México que en Bielorrusia o en India. Estamos trabajando para construir lineamientos, proyectos, programas, formas de evaluar y de impactar, que sean globales pero también lo suficientemente flexibles para que hagan sentido e impacten en lo local, no solo en la firma sino en todo su entorno.
¿Qué significa para vos cada premio que te entregan, como los que ya recibiste de Beiersdorf y de Ernst & Young?
Desde que llegué a Buenos Aires desde Playa Unión – una ciudad de 2000 habitantes ubicada en la Patagonia-, siento que todo lo que estoy viviendo es territorio ganado. Los premios internacionales son hitos, pero no son solitarios, ya que son gracias a un fuerte trabajo de equipos, y se dieron en el marco del acompañamiento de organizaciones internacionales y empresas con las que se avanza colaborativamente. En ese sentido, los sentí como un reconocimiento al recorrido, a la persistencia y a la visión. Pero a la vez los valoré como una oportunidad para continuar ofreciendo los programas de forma libre y gratuita para incrementar el impacto.
Además, los premios se traducían en una oportunidad para conectarme con personas con intereses y formas de hacer similares alrededor del mundo. Algo que valoro también es que están cambiando las formas de evaluar y se está incorporando el componente ético de la persona. Ya no solo se evalúa la innovación, sino cómo, para qué y entre quiénes se construyó.
Por otro lado también, considero que son una grandiosa forma de inspirar a otras personas. Muchas veces las minorías no tenemos puntos y personas de referencia, por lo que ver que en el mundo hay otras personas que tienen desafíos similares y logran sus metas es muy motivador.
Si bien luego de un reconocimiento solemos ya estar pensando en los próximos pasos, creo que es también importante disfrutarlos y poner en la balanza la calidad de vida. Este es justamente un punto que se está reevaluando durante esta pandemia. Los premios tienen mucha influencia, en tanto ponen a figuras en spotlight, y creo que es importante reconsiderar a quienes tomamos como modelo.
¿Qué hay detrás de la Melina que se sube al escenario de las Charlas Tedx y conocemos públicamente?
El hecho de haberme criado en una ciudad pequeña me marcó mucho. Crecí en un entorno muy involucrado con su comunidad y en donde la naturaleza estaba muy expuesta, por lo que me entendí a mí misma desde otro lugar. Eso me puso en un plano de aprendizaje y de curiosidad, pero también de humildad: comprendí que es posible transformar pero con una mirada que lea el contexto, ya que somos hormigas en el Universo, parte del todo….