Mientras la tecnología encabeza la rotura de moldes y viejas costumbres, y la diversidad aporta infinitos beneficios a la productividad de las empresas. Las organizaciones, conscientes de ello, tienen la oportunidad de capitalizar ambos fenómenos. Las puertas están abiertas para las mujeres. El paso siguiente: ¿cómo atravesarlas?
Por Juan Bidondo, cofundador y COO en Agency CODA
El mundo es suyo. Las desarrolladoras marcan tendencia y son vitales en cualquier equipo de desarrollo. Son grandes administradoras de su tiempo, tanto en empleos fijos como en sus propias estructuras freelancers. Responsabilidad, compromiso, constancia y buen nivel de comunicación: esas son las claves para alcanzar el éxito.
Ada Lovelace es considerada la primera persona en definir un lenguaje de programación de carácter general. Joan Clarke se especializó en el criptoanálisis y ayudó a descifrar el código Enigma. Grace Hopper inventó uno de los primeros lenguajes de programación modernos, llamado COBOL. Estos son nombres que resuenan y permiten a las mujeres pensar sus oportunidades dentro del mundo de la tecnología.
Más aún y para convencer a cualquiera de sus capacidades en el sector, vale la pena destacar que en Argentina, en la década de 1970, el 75% de los estudiantes de la carrera de Computador Científico en la Universidad de Buenos Aires, correspondía a mujeres.
Lamentablemente y por diversos motivos posiblemente asociados a estereotipos, esa cifra descendió y hoy las mujeres representan solo el 11% en la licenciatura en Ciencias de la Computación de la misma universidad. Pero esto no debería ser barrera.
Primeros pasos
Tradicionalmente, las carreras de grado fueron reconocidas y valoradas, pero hoy las empresas exigen a los jóvenes una numerosa cantidad de skills que éstas no garantizan. No quedan dudas que el futuro pasa por las carreras cortas, enfocadas en la tecnología y apalancadas en el poder de conectividad que ésta ofrece.
Las personas pueden cambiar su rumbo, equivocarse y volver a empezar. Y esto, además es posible porque las carreras digitales no tienen “costo de entrada”: todos pueden tener un buen desempeño en ellas y posicionarse como potenciales trabajadores del conocimiento.
Desprogramar y reprogramar
La tecnología encabeza la rotura de moldes y viejas costumbres e interpretaciones, incluso aquellas vinculadas con el rol de la mujer en el ámbito laboral.
De acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), solo tres de cada diez trabajadores en el área de matemáticas y ciencias de computación en América Latina y el Caribe son mujeres, y esta cifra es incluso menor en Bolivia, Ecuador y Paraguay. Pero hay un punto a destacar: a pesar de la baja participación femenina, esta ocupación es la segunda que más creció en cuanto al número de mujeres sobre el total de ocupados entre 2000 y 2015.
A nivel mundial, la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) afirma que el 6% de los diseñadores de aplicaciones son mujeres y menos del 6%, diseñadoras de software. Y particularmente en Argentina, la presencia de mujeres en el sector tecnológico ronda entre el 15% y el 20%, según los últimos datos de la Encuesta Permanente de Hogares publicados por el INDEC.
No hay lugar para diferencias injustas de ningún tipo, pero sí hay mucho lugar para aquellos rasgos distintivos-ventajosos de las mujeres, como pueden ser la calidad de comunicación o el manejo de temperamento y frustración.
Particularmente y de acuerdo con la UIT, el empoderamiento de mujeres y niñas gracias a las TIC, también beneficia a la familia, la comunidad y la economía nacional. Precisa que la puesta en línea de otras 600 millones de mujeres y niñas, podría impulsar el producto interno bruto mundial en hasta 18.000 millones de dólares.
Está probado que los equipos de alto desempeño están típicamente conformados por personas con diferentes perspectivas y que, a su vez, esta diversidad ofrece una gran ventaja a las organizaciones a la hora de innovar.
Las competencias profesionales de las mujeres, sumado al plus asociado a los “factores blandos”, deberían ser vectores de una verdadera inclusión. Pero promover y/o sostener esta diversidad sólo es posible si las empresas cuentan con esta filosofía desde la base: debe haber un compromiso de la dirección que se haga carne en la cultura organizacional. Hacia allí vamos.