Por Laura Ponasso
Abogada de formación, pero con un chispa interna que la llevó a ponerse los lentes de las smart cities y salir a recorrer el mundo. Visitó más de 300 ciudades y vivió en cinco países. Asesora a gobiernos y a empresas, para poner a las personas en el centro de las políticas y de los desarrollos, y así mejorar la calidad de vida. En 2020, fue reconocida por Voces Vitales como una de las 50 mujeres líderes en América Latina. Entrevista a Lucía Bellocchio.
¿Cómo inició tu carrera?
Soy abogada, graduada en la Universidad de Buenos Aires. Mientras estudiaba, trabajaba también en el estudio jurídico Marval O’Farrell Mairal. Luego ingresé en otro estudio y posteriormente en el sector público, en el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y en el Poder Judicial local.
¿Cuándo se despertó tu pasión por la tecnología?
En el transcurso de la carrera, siempre tuve interés por la tecnología y la innovación, y su relación con el Derecho. Por eso, quise conectar estos dos mundos, que parecía que nunca iban a conversar.
En su momento yo colaboraba y coordinaba la asociación “Derecho para innovar”. En ese ámbito, generamos un newsletter de novedades y creamos un suplemento especial, denominado “Derecho y Tecnología”
Hoy existen múltiples debates sobre cómo el Derecho debe regular las nuevas tecnologías. Muchas personas se dedican a este tema y a cuestiones éticas vinculadas.Sin embargo, en ese momento, no era muy común y requerimos un ojo muy crítico, porque las conexiones no surgían de forma tan evidente.
Posteriormente también realicé un MBA en Innovación y BigData. En todos los ámbitos y en los que trabajos en los que me desarrollé, me involucré en proyectos que implicaban la digitalización o la modernización de la institución, o la aplicación de una nueva tecnología para acelerar los procesos.
¿Cómo fue tu paso por la Corte Interamericana de Derechos Humanos?
Mientras trabajaba en el Poder Judicial, apliqué para sumarme a la Corte Interamericana de Derechos Humanos. En todas las cosas que encaré, mi enfoque siempre fue “cómo poner en el centro a las personas”, tanto en el Derecho o en la tecnología, como en el campo de las ciudades inteligentes.
Esta fue mi primera experiencia fuera de Argentina, en Costa Rica. Tiempo después, regresé al país y lideré diferentes proyectos en el Ministerio Público Fiscal, enfocados en implementar inteligencia artificial para automatizar parte de los procesos judiciales y hacerlos más rápidos.
¿Cómo fue tu experiencia en dos países a simple vista tan diferentes, como son Cuba y Estados Unidos?
Por cuestiones personales, durante un tiempo viví en La Habana, Cuba. Fue una experiencia que al principio no me tentaba, aunque luego resultó muy positiva, desafiante y de mucho aprendizaje.
En algún punto, fue también una experiencia reveladora porque fue justo en paralelo a la llegada de Internet a la isla. Es que tenemos la conexión a Internet y las tecnologías tan naturalizadas, que aquí sentí volver unos años atrás. A veces, lo que necesitamos es el mindset para pensar diferente. Yo soy muy exploradora: me gusta mucho viajar y en todos los lugares que visito analizo las aplicaciones que existen.
Cuando llegué a Cuba, quise explorar cómo era la movilidad, lo cual se configuraba como un tema muy débil porque la infraestructura es básica. Viajé en los colectivos con 40 grados de temperatura para vivir la experiencia y, tras hablar con las personas, descubrí que existía una servicio similar a Uber, que funcionaba sin tecnología.
¿Cómo funcionaba? Las personas ya sabían que, si se paraban en ciertas calles y hacían determinadas señas con la mano, algunos autos privados se detenían y las llevaban. La tecnología era la mano, que indicaba hasta dónde ir. Se trataba de una solución muy precaria, pero que resolvía la vida de muchas personas que la utilizaban todos los días para llegar a sus trabajos.
Esta fue una experiencia personal que me mostró mucho sobre cosas que a veces consideramos obvias. Hay otras realidades que son súper diferentes, pero en las que aparecen igualmente soluciones. Esto tiene que ver con tratar de mejorar la calidad de vida en las ciudades, con los recursos disponibles.
Tiempo después viví en Miami, la antítesis de Cuba. Y ahora finalmente estoy instalada en Varsovia, la capital de Polonia.