Por Lorena Paz *
Por un lado, hay nativos digitales, aquellos que hemos crecido en un mundo analógico y transitamos la nueva “nación digital”. Y por el otro, los exiliados, que aún no gozan de los beneficios de estar insertos en esta sociedad, la sociedad de la información y el conocimiento. Estos exiliados, mucho antes de la aparición de artefactos con software embebidos, manejaban altas y complejas tecnologías. Y las siguen manejando como saberes en extinción, trabajos y capitales cognitivos que se pierden.
Un tema aparte, que es necesario profundizar frente al abuso de pantallas e interfaces, tiene que ver con las diferencias etarias como brechas y como puentes digitales: hoy, los exiliados son objeto de investigación y componen los sujetos en disputa. Ellos, con su paciencia y su inseguridad, arrojan datos claves de la falta de accesibilidad y ergonomía en el diseño y desarrollo de artefactos e interfaces. La experiencia de estos usuarios es un insumo científico para la mejora de la eficiencia, la eficacia y la satisfacción en la interacción.
Nativos, inmigrantes y exiliados digitales
La segregación etaria no es lo suficientemente tenida en cuenta a la hora de analizar la exclusión digital. Creemos que este factor etario, a ser desglosado, permitirá un análisis mucho más enriquecedor a la hora de planificar la alfabetización digital y la apropiación de las TIC por la comunidad.
Los mayores de 55 años representan el 2.3% de los usuarios de las TIC. Encabezan el analfabetismo en el manejo de los móviles, seguido por el uso de internet y apps y la computadora de escritorio. Si bien aún no se cuenta con estadísticas mundiales absolutas que crucen las variables “uso de Internet” y “rango etario”, las informaciones parciales por países nos permiten inferir de modo bastante aproximado que el uso de Internet es de un 3% de uso en mayores de 50, y un 70 % de uso entre 9 y 25 años. Estas cifras muestran un claro aumento del consumo de la web a medida que disminuye la edad. Algo que parecería obvio pero que no es tal y que amerita revertir. Es necesario tener en cuenta aquí cómo han inferido los planes de entrega de tablets a adultos mayores y la fuerza del consumo y la ergonomía hacen de este último artefacto uno de los más utilizados por la tercera edad.
Estas informaciones parciales, a su vez, también nos sirven para inferir algunas otras cuestiones que están íntimamente relacionadas con el segmento que nos interesa de exiliados digitales. Sus particularidades tampoco permiten clasificarlos como tercera edad, adulto mayor, exiliado digital, ya que es la demanda y oferta de su contexto sociocultural el que le permitió, o no, relacionarse de alguna manera con las múltiples variedades de las tecnologías de la información y el conocimiento.
Por ejemplo, sabemos que en América del Norte el 56% está en línea, y de ese porcentaje sólo el 15% corresponde a mayores de 65 años. Pero también sabemos que ese 15% en términos cualitativos utiliza la red de manera extensa para realizar compras, trámites de salud, bancarios, jugar y relacionarse. Lo que nos hace pensar en el potencial que ese segmento poblacional tiene para la economía.
Pese a que el problema etario pueda estar influido y reforzado por otras variables (como clase social, área de residencia –rural/urbano–, etc.), existe una relación directa entre el acceso a Internet y la franja etaria en la que se encuentran los individuos.
Si tomamos, por ejemplo, el propio léxico que cruza las variables generacionales y tecnologías de la información y comunicación encontramos que existen dos polos. Por un lado, los nativos digitales, es decir, aquellos que han nacido dentro del proceso de desarrollo y despliegue de las nuevas tecnologías. Y, por el otro, los migrantes/inmigrantes digitales, aquellos que hemos nacido fuera del proceso de desarrollo y hemos incorporado su utilización en le medida de su acceso y masificación. Como ha de observarse no se encuentra ninguna categoría que suficientemente dé cuenta de aquellos que principalmente por su edad no han aprendido y aprehendido el uso de las nuevas tecnologías. A este grupo nos gustaría referirnos, en consecuencia con los anteriores conceptos, como exiliados digitales.
La exclusión etaria, por una parte, implica el enajenamiento del grupo de una parte significativa de interacción social. Pero, por el otro, la brecha generacional (al igual que la brecha social, etc.) genera un grado de enajenación al no contar con la participación de los grupos etáreos más avanzados.
Esta problemática se vuelve de especial interés en el caso de Internet, en tanto que mucho se ha hablado de la afinidad electiva entre las formas presentes en Internet con el relato oral. Dada la cantidad de relatos de las nuevas generaciones (a través de videos, blogs, dibujos, etc.) cabría preguntarse sobre el valor que debería darse a la compilación y visibilidad de los relatos de otros tiempos (o de estos tiempos a través de otros ojos) por medio de las nuevas tecnologías. Siendo un área de vacancia el poder generar patrimonio, al digitalizar las historias de vida de nuestros ancestros.
La vida virtual, Internet
No es la vida que se representa a través de los medios de comunicación, sino que es la vida misma la que transcurre según las exigencias sociales de las tecnologías de la información y de la comunicación. Desde esta perspectiva, consideraremos que las nuevas tecnologías de la información y del conocimiento son producidas no sólo en la forma del conocimiento, sino como órganos inmediatos de la práctica social, del proceso vital real. Es una realidad el no acceso a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, y esto implica una serie de inconvenientes que van desde el ámbito laboral hasta el del desarrollo social, informativo y ciudadano. La problemática de la exclusión digital ha despertado un variopinto de sujetos “exiliados”: las regiones atrasadas, las clases sociales sin acceso a ellas, las minorías desfavorecidas, las personas ciegas, sólo por citar un sólo ejemplo. Todos estos grupos tienen un denominador común. Por un lado se los reconoce como sujetos desfavorecidos, otorgándole visibilidad a su problemática, y por el otro, se presentan políticas concretas de inclusión digital. Modelos 1:1 (una computadora por alumno) para regiones en vías de desarrollo y clases bajas, normas de programación, capacitación y programas específicos de teletrabajo para las minorías desfavorecidas, etc.
Agente vivo de responsabilidad social
El trabajo de inclusión socio-digital de este grupo etario es ya reconocido como necesario por los propios requerimientos de los entes gubernamentales. El estar inserto es un derecho, una obligación y a veces una necesidad de alcanzar autonomía y prevenir el aislamiento. A este “grupo” al que no se le ha dado la suficiente atención y, que al igual que el resto de los grupos desfavorecidos, tienen implicancias sociales de suma importancia: la exclusión de las personas mayores en las nuevas dinámicas de interacción social mediadas por la tecnología. Nos hemos centrado en la Facultad de Psicología de la UFLO, en un proyecto de investigación-acción, que como Laboratorio Viviente alfabetiza, incluye, analiza. Este proyecto afincado en UFLO, “Abuelos Tecnológicos: Laboratorio Viviente de Alfabetización Digital con y principios de psicología Gestalt aplicados a HCI (Interfaces Humano-Computadora)”, arroja datos multivariables de tipos de interacción según origen socioeconómico, trayectoria laboral y mismo diferencias de uso y apropiación por género.
Pero el uso de las nuevas tecnologías por parte de las personas mayores, no puede reducirse simplemente a un problema potencial intelectual para el acceso a ellas. Por el contrario, hay que pensar el mismo proceso de acceso como un verdadero aprendizaje del cuerpo de los abuelos con el entorno digital. Si este aprendizaje puede ser problemático para las personas adultas, en el caso de las personas mayores la utilización del ratón, el ojo sobre el monitor, reconocer un “botón”, un hipervínculo, etc., implica una verdadera reconversión en la utilización del cuerpo, que en el caso de los adultos mayores se encuentra limitada por las propias limitaciones de la edad (en la vista, en los movimientos, etc.). El aprendizaje de las nuevas tecnologías en las personas mayores debe ser verdaderamente entendido como un doble esfuerzo, tanto un esfuerzo intelectual pero también un esfuerzo corporal.
Concluyendo: si antes afirmamos que la tecnología no es de modo alguno un producto ajeno y externo a los individuos sino un producto de su trabajo, la creación de software, criterios de accesibilidad y usabilidad adaptados a las personas mayores, hará una tecnología más inclusiva, una sociedad más justa y tendrá una consecuencia deseada, una vida más independiente, una vida como la de ahora, semipresencial.
* Lorena Paz es socióloga (UBA), máster en Cooperación Internacional. Especialista en ICT4D y en Human Computer Interaction. Es directora del Laboratorio de Experiencia de Usuarios (LabEU) de la Universidad de Flores.